Siempre
le gusto observar, sobre todo a la gente. Gente desconocida que paseaba cerca,
que visitaba su lugar de trabajo, con la que se encontraba en un ascensor, en
una tienda, o que veía de lejos desde su ventana. Le gustaba imaginar sus vidas, jugar a ese
ejercicio mental que le permitía, siempre, que la vida de los demás fuera más
cercana a la suya, más amiga. Quizás para compensar esa soledad de no
pertenecer a nadie, de no formar parte de la vida de nadie.
Eligió
la soledad en un momento de su vida en la que era necesaria. No era del todo
“elegir”, fue un verse forzada a acondicionar su vida a las circunstancias y,
cansada de que siempre hubiera alguien que mereciera más que ella, pensó que
era lo mejor. Iba al trabajo, apenas hablaba, no hacer planes le ayudaría a eso
de “volver a encontrarse” convencida de que la soledad era la única forma de
volver a convertirla en ella misma, lejos de convencionalismos o gustos ajenos.
Sólo ella misma.
Pero
la soledad, por ser elegida, no es menos soledad y, pasado el tiempo, le dieron igual las
razones que la llevaron a estar sola. Tenía tanto que dar que se le amontonaba
y, de no darlo, se moría en su interior. Necesitaba vivir, compartir, amar… el
frio se instalaba dentro de su ser y ansiaba calor. Lo único que necesitaba
era abrirse a esa posibilidad.
Y lo
hizo. Y encontró. Sin pensarlo ni programarlo, volvió a encontrarla. Por
sorpresa apareció alguien que iluminó su
vida con esa luz a la que es imposible resistirse, que te da esperanzas y que
te hace amar de forma diferente, sin miedo, del todo. Una vez más amó y se
sintió amada. Dispuesta a ofrecer el resto de su vida, de nuevo fue feliz. Parecía un sueño.
Pero
como con todos los sueños tuvo que despertar y comprendió que, para ella, la
felicidad duraba muy poco… lo que dura un sueño. Soñaba. Todo se repetía. Volio a pensar que "el norte era el sur, se equivocaba".
Y por no hacer preguntas incómodas prefirió volver
a sentirse sola aunque esta vez no lo eligió. La vida la volvía a obligar y la
soledad, y la tristeza, y el dolor, ahora eran insoportablemente infinitos.
Y en
su interior, de nuevo murió. Sola.
Esta
vez para siempre.
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