Día amargo para el recuerdo
de un beso que, por robado,
una tarde de verano,
no fuera más correspondido.
Que invadió todo mi ser,
que mudó y creyó,
que no era engaño sino amor,
que era el destino.
Y amanecieron atardeceres
que despertaron mis sentidos
con sueños olvidados,
con deseos dormidos.
Beso que me despojó del miedo,
más me dejó caer
y me arrancó el aliento,
viaje misterioso a ningún sitio.
Olvidarlo no quiero
porque olvidarlo no puedo,
porque todos los demás
siempre fueron, para mi,
como aquel primer beso.
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