miércoles, 14 de noviembre de 2018

He de hacer que me duela mucho



Lo de que te enamoras de verdad sólo una vez en la vida es mentira. Doy fe, soy testigo. Yo me enamoré de forma más intensa que la “primera vez” y como si no hubiera amado nunca dije te quiero cuando no pensé que volvería a decirlo, y sólo Dios sabe lo difícil que me resultó.
No lo busqué, llegó, y lo hizo como todos los regalos de la vida que ahora sé que se aprecian, se valoran y se cuidan, por sorpresa. No prometí una vida ni una relación perfecta, ni nunca equivocarme, pero sí me comprometí a dar lo mejor de mí y a estar dispuesta a aprender todo de nuevo, desde el principio.
La felicidad de vivir y de amar era tan intensa que olvidé todo el daño recibido, todos los amores perdidos, todos los días malgastados. Di una vuelta completa a mi vida y me mareó tanto amor. Tanto que no diferenciaba mi amor del amor que recibía.
Pero como dicen “la felicidad del pobre dura poco” y la mía duró lo mismo que una bocanada de aire fresco en verano. Nada. Sé que la culpa es mía por esperar y por confiar pero está claro que debo ser el pobre más pobre y en el reparto nada debió quedar para mí más allá del mundo que yo misma, equivocada o no, me procure.
Me tomó tiempo entonces aprender a olvidar mi amor y reconstruir mis emociones. Ahora el amor que tengo me está matando. Quizás sea que no tengo demasiado tiempo.
Hoy, para desprenderme de ti he de soñarte, y he de hacer que me duela mucho.

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