jueves, 22 de noviembre de 2018

Confesiones, solo mías.



El amor y el dolor son las mejores musas, si es que las tengo, para mí. No creo que sean la inspiración, al menos para alguien como yo, que sólo escribe para soltar lo que tiene dentro como mecanismo de ayuda porque lo que se me queda dentro, sea bueno o malo, me agobia  por la necesidad de contarlo y hay veces en las que mejor es callar ante los que tienes cerca que te quieren porque sufrirían por ti o porque nada les interesa más que sus propios amores o dolores. Por esa necesidad abrí en su día este blog, porque pensé que en algún momento un extraño lo leería y podría suceder eso de compartir las mismas inquietudes.  Y sigo en ello. Y agradezco las visitas tanto públicas como privadas. Seguiré escribiendo porque hablar de lo que siento lo hace menos real.
Hoy lo que quisiera compartir es que me faltan las ganas de vivir, que he vuelto a perderlas por enésima vez, pero que ahora ya estoy agotada, y que sólo el convencimiento de que una madre, mi madre, no debería ver morir a sus hijos me retiene en este mundo. He muerto tantas veces en vida que no me quedan fuerzas. Aprender y crecer ya no es suficiente, porque ni aprendo ni crezco, porque cada vez que me atrevo a comenzar algo que deseo, termino siendo quien pierde. Ya se me murieron las fuerzas del todo y ya no queda nada de mí.
Siento hoy tal desesperación que nada tiene sentido. Me siento tan vacía que nada me merece la pena. La vida ha vuelto a matar mis deseos de ser yo y me convierte en un alma en pena para el resto de mis días. He de descolocarme y soñar para ser alguien que no soy sino alguien que sueña. Y soñar no es bueno porque los sueños engañan, los deseos te defraudan, la vida no siempre parece justa y con los demás, si amas, o con aquellos que te dicen que te aman, no siempre aciertas y pierdes en el riesgo.
No tengo treinta años, es cierto, ni cincuenta… pero no escarmiento… y puedo enamorarme como si tuviera veinte y  puedo sufrir como si tuviera quince. La edad no es garantía para nadie ni de serenidad, ni de ser panacea para el dolor. El amor no tiene edad, ni voluntad, ni sentido, ni cordura, ni prejuicios ni perjuicios, ni talento, ni tiempo, ni razones, ni compromisos, ni obligaciones, ni culpas, ni siquiera sexo. Hoy lo sé porque me he enamorado de una mujer. No es que me gusten las mujeres, es que amo a esa mujer y aún amándome tampoco ha estado dispuesta a pelear nada por mí, como todos “mis hombres”.  A pesar de todo daría la vida por ella. Extraño pero sé que es amor. Lo demás está de más.
La verdad es que en mi vida el amor y el dolor han ido siempre de la mano y han sido esos, por unos y por otros, para bien o para mal, los únicos que la han levantado o los que han acabado con ella. Una noria en toda regla de la que siempre igual he deseado que parase o que siguiera girando hasta marearme. Siempre he sido yo y he arriesgado todo.
Hoy amo como no he amado nunca, hasta tal punto que, aunque sé que es para mal, mataré por última vez mi vida porque la tristeza y la desolación volvieron a hacer nido en mí. Y ahora sí que se quedan para siempre porque alguien lo necesita y porque a mí me faltan las ganas de volver.
 Como mi primer amor, mi último amor.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Parece que esta demoda y me ha llegado al facebook. No se si tiene y lo habrá pero al leer se lo envio. Me gusto pasar por aqui. Gracias por escribir. Yo tambien he pasado por eso.
https://www.youtube.com/watch?v=8XRSnYzewes

maile dijo...

Gracias por el comentario, el enlace y su visita.
Si que me llegó también al facebook. Rueda mucho y la he visto en algunos perfiles. Ya la conocía y conocía la letra pero es verdad que nunca me sonó tan triste.
Gracias de nuevo.