viernes, 23 de noviembre de 2018

ANSIOLÍTICOS



Los ansiolíticos no hacen desaparecer lo que nos absorbe energía, las ganas o la alegría. No hacen que nuestros problemas desaparezcan ni hacen que el sufrimiento se vaya para siempre. Los miedos nos carcomen y la infelicidad nos consume.
El médico me pone en la cabecera de mi cama una caja de Diacepam, que no puedo tomar porque si lo hago duermo tanto que no soy capaz de levantarme. Como si todo se solucionase con dormir. Bueno, a lo mejor sí si pudiera hacerlo para siempre. Es tentador poder dejar de pensar o de sentirme como me siento.
Esa tentación es tan grande que ha hecho que buscara con urgencia un profesional, que al fin y al cabo es alguien que te escucha y que conoce los mecanismos del cerebro. Sentirme tan hundida, tan vacía, tan desesperada como para que no me merezca la pena conservar la vida es lo peor que me podía pasar. Y si no supiera el por qué me encuentro así… pero es que lo sé. No creo que un chute de Serotonina me devuelva la alegría o las ganas de vivir sólo me hará creer que las tengo. Mientras, en mi cabeza, seguirán sonando los mismos ecos, las mismas palabras, visionaré una y otra vez lo que me ha traído hasta el agujero en el que estoy y en el que sigo callendo más profundo cada día y seguiré sin entenderlo y sin poder vivir con ello.No quiero vivir así.
Debería existir un medicamento para cada dolor de la vida. Pero ese dolor no es una enfermedad. Lástima.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No existe nadie por quien merezca la pena sufrir tanto.

maile dijo...

Yo también pensaba eso pero la vida me la puso delante.
Gracias por pasar y comentar.