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Acababa de llegar a casa. Estaba cansada, le dolía la espalda (esa silla de la oficina… debería pedir que se la cambiaran...). Como si de un fardo se tratase, cayó en la primera silla que encontró; se descalzó y el frío del suelo se convirtió en un buen amigo… ¡qué alivio!... ya no aguanta esos tacones… se esta haciendo mayor… mañana cumplirá cincuenta y cinco años
Entra al baño y abre el grifo del agua caliente… esta vez llenará la bañera… una buena dosis de gel y un puñado de sal le hará bien. La toalla, la crema, las zapatillas… todo a mano. La radio… ¿Dónde la habrá puesto?... allí… una música suave. Y una vela… hoy encenderá una vela con olor a romero.
Una sola horquilla sujeta su pelo (era de mamá… pobrecita… le tenía cariño). Habrá de ajustar este botón de la blusa… cualquier día se suelta.
“¡Hola mi querida amiga!”... frente a un gran espejo que, además de la luz de la vela, refleja un rostro que, cada día, se le antoja más extraño… “cada día tienes más blanco el pelo”… “¡Vaya!... tendrás que cuidar ese cuello… a lo mejor encuentras algo que pueda arreglarlo… Mañana te buscaré ese pañuelo que me regalaron el año pasado”… “Menuda señal te ha dejado hoy el cinturón… deberías hacerte con otro… mejor no lo uses más”…
Se sumerge en dos palmos de espuma y siente al fondo el agua caliente… quema… relaja… da escalofríos. Mañana es Domingo y, si pudiera, se quedaría ahí toda la noche.
Cierra los ojos; no se escucha a nadie en la calle (por aquí no hay fiestas, ni discotecas, ni parques… esta calle es demasiado estrecha…) huele bien el romero… y parece lejana la música de la radio… ¡qué delicia un baño caliente!...
Sueña…
“Gracias por los bombones”… “No te preocupes, no tiene importancia”…”Me hacía ilusión ¿Cómo lo sabías?”… “No se lo cuentes a nadie”… “Treinta… treinta ya, fíjate… parece que fue ayer”
Entra al baño y abre el grifo del agua caliente… esta vez llenará la bañera… una buena dosis de gel y un puñado de sal le hará bien. La toalla, la crema, las zapatillas… todo a mano. La radio… ¿Dónde la habrá puesto?... allí… una música suave. Y una vela… hoy encenderá una vela con olor a romero.
Una sola horquilla sujeta su pelo (era de mamá… pobrecita… le tenía cariño). Habrá de ajustar este botón de la blusa… cualquier día se suelta.
“¡Hola mi querida amiga!”... frente a un gran espejo que, además de la luz de la vela, refleja un rostro que, cada día, se le antoja más extraño… “cada día tienes más blanco el pelo”… “¡Vaya!... tendrás que cuidar ese cuello… a lo mejor encuentras algo que pueda arreglarlo… Mañana te buscaré ese pañuelo que me regalaron el año pasado”… “Menuda señal te ha dejado hoy el cinturón… deberías hacerte con otro… mejor no lo uses más”…
Se sumerge en dos palmos de espuma y siente al fondo el agua caliente… quema… relaja… da escalofríos. Mañana es Domingo y, si pudiera, se quedaría ahí toda la noche.
Cierra los ojos; no se escucha a nadie en la calle (por aquí no hay fiestas, ni discotecas, ni parques… esta calle es demasiado estrecha…) huele bien el romero… y parece lejana la música de la radio… ¡qué delicia un baño caliente!...
Sueña…
“Gracias por los bombones”… “No te preocupes, no tiene importancia”…”Me hacía ilusión ¿Cómo lo sabías?”… “No se lo cuentes a nadie”… “Treinta… treinta ya, fíjate… parece que fue ayer”
Ring….Ring… Ring… el teléfono suena y la despierta; siente que el escalofrío ya no es tan cálido… la pequeña vela se derrama en la esquina de la estantería… se envuelve en la toalla lentamente pensando quién la habrá llamado a esas horas; al encontrarse de nuevo con el espejo le dice…”Ya lo sé… no podré hacer como con los treinta… estos sólo los podré cumplir una vez…… y cállate”