Te has afincado en mi casa
cuando creía que sólo estabas de visita
ocupando espacios y rincones
que necesitaban ser llenados.
Me recibiste un día
en el zaguán de mi vida
y he llegado a solicitar permiso para vivir.
Tu compañía me lacera.
Consigues que la lluvia me adormezca
dejando vacía la alcoba que acoge mis deseos…
sabor a nada que me lleva a la soledad forzada.
Ausencias y vacíos que atan mi alma
a la monotonía de tu yugo.
Marioneta creada a pluma y cincel
y dimensiones que me levan
a prolongar miradas que se ahogan.
Pertenencia imaginaria,
atalaya hecha jirones,
castillo de naipes derramado
como gelatina tibia
y que el tiempo consiguió endurecer.
Me despojas de sonrisas y me dejas
caricias marcadas y razones para odiarte.
Me secuestras el aire y la calma
y me rompo a golpes de tristeza.
Viaje inquieto
por mis recuerdos sin futuro…
amante impaciente…
llanto agitado…
olas que me arrebatan el aliento
con solo una palabra.
Algún día
seré capaz de olvidar tu nombre
y desaparecerás,
melancolía.
.