lunes, 31 de diciembre de 2018

Reflexionando II. Última del año.

Lo que bien empieza, bien acaba. Eso se dice.
Mi año empezó mal y acaba peor... por distintas razones, pero es así.
Quizás espero demasiado de la vida y de las personas que ésta me puso en el camino para compartirlo. Quizás mi impaciencia acabo con toda posibilidad de ser feliz, por eso no lo soy.
Quizás entendí mal gestos y palabras, o era tal mi entrega que no supe ver más allá.
Quizás confié tanto en seguridades ajenas que ni siquiera quise ver las mías.
Quizás primó el deseo de dar ante el de recibir y resultó no ser suficiente.
Quizás no debí entregar mi vida, mi corazón y mi alma a nadie.
Quizás no es bueno confiar en la buena fé de los demás como si fuera la tuya.
Quizás creí que por una vez no habría ni mentiras ni traición.
Quizás esté ahogándome por nada que merezca la pena ahogarse.
Quizás me esté consumiendo en un sinsentido.
Quizás puse la felicidad de alguien por encima de la mía.
Quizás me estoy muriendo de pena por el dolor de perder a alguien a quien amo más que a mi misma y decidió no amarte igual, con todas sus consecuencias.
Quizás esté perdiendo el juicio y no tenga arreglo.
Pero... luché, esperé, confié, no debí, me impliqué, escuché, me entregué, creí, amé, me volví del revés... y ahora me ahogo, me consumo, me muero y me estoy volviendo locaaaaaaaaa...  

Quizás nada debió ser y aún deseo que sea. Quizás todo tenga un sentido pero aún no se lo encuentro. Quizás esté destinada a errar en todas mi certezas. Quizás mi vida no es un eslabón para una cadena. Quizás merezca semejante castigo y siempre de la mano de quien más amo. Quizás no merezco ser correspondida y por eso me estoy muriendo de angustia y por angustia,  de desesperanza, por desesperanza y de impotencia, de amor y por amor.

Sé que no debo vivir así. Sé que no puedo vivir así. Sé que no quiero vivir así y no confio en que Dios provea.



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