Llega el último día del año.
Se dispara la nostalgia de algunos, los recuerdos de otros, las ansias de vivir en un solo día lo que no se ha vivido en un año… prisas por hacer balances y buscar nuevas metas.
Dar el primer paso con el pie derecho, echar un puñado de lentejas en tus bolsillos, vestir ropa interior roja, amarilla o verde según lo que desees, velas doradas para atraer el dinero, roja para el amor, azul para cambiar de trabajo, darse un baño con sal o pétalos de rosa… infinidad de cosas… lo de las doce uvas o lo de meter un anillo dentro de la bebida es de lo más normalito.
Hay quien decide recibir el nuevo año en un gran hotel, hoy con spa, o en la mejor de las discotecas. O quienes se alquilan una casita en el campo y, al calor de la chimenea, junto a familia o amigos, se lo pasan pipa entre papelillos y cava o se terminan tragando el “especial Nochevieja” de cualquier emisora de televisión, con la tranquilidad de no tener que volver esa noche en coche a casa.
También los hay que se lanzan a la calle, chicos con traje y pajarita (que después de las doce desaparece) y chicas con tan mínimos trajes que parecieran cinturones anchos, pero que terminan, botella en mano, haciendo el “jili” y dando la nota.
Con la dichosa crisis, este año, habrá más de los que se quedan en casita, que reciben el año cerquita de la estufa y en babuchas, y que media hora antes de las doce se empeñarán en pelar las uvas.
También los habrá quienes tomen de cena una lata de judías y brinden con cola para encamarse de inmediato porque la peli es la misma del año anterior.
También …los que están solos, los que quieren estar solos, los que tienen que trabajar esa noche de guarda en el aparcamiento de unos grandes almacenes o en el servicio de urgencias de un hospital y , por desgracia, están los que no tienen casa o los que no tienen cena.
Pero todos, todos, esperan (esperamos), que en el último minuto del año nos sea concedido un deseo ante la ilusión de que se hará realidad en los próximos doce meses.
Será el día del “borrón y cuenta nueva”.
Se dispara la nostalgia de algunos, los recuerdos de otros, las ansias de vivir en un solo día lo que no se ha vivido en un año… prisas por hacer balances y buscar nuevas metas.
Dar el primer paso con el pie derecho, echar un puñado de lentejas en tus bolsillos, vestir ropa interior roja, amarilla o verde según lo que desees, velas doradas para atraer el dinero, roja para el amor, azul para cambiar de trabajo, darse un baño con sal o pétalos de rosa… infinidad de cosas… lo de las doce uvas o lo de meter un anillo dentro de la bebida es de lo más normalito.
Hay quien decide recibir el nuevo año en un gran hotel, hoy con spa, o en la mejor de las discotecas. O quienes se alquilan una casita en el campo y, al calor de la chimenea, junto a familia o amigos, se lo pasan pipa entre papelillos y cava o se terminan tragando el “especial Nochevieja” de cualquier emisora de televisión, con la tranquilidad de no tener que volver esa noche en coche a casa.
También los hay que se lanzan a la calle, chicos con traje y pajarita (que después de las doce desaparece) y chicas con tan mínimos trajes que parecieran cinturones anchos, pero que terminan, botella en mano, haciendo el “jili” y dando la nota.
Con la dichosa crisis, este año, habrá más de los que se quedan en casita, que reciben el año cerquita de la estufa y en babuchas, y que media hora antes de las doce se empeñarán en pelar las uvas.
También los habrá quienes tomen de cena una lata de judías y brinden con cola para encamarse de inmediato porque la peli es la misma del año anterior.
También …los que están solos, los que quieren estar solos, los que tienen que trabajar esa noche de guarda en el aparcamiento de unos grandes almacenes o en el servicio de urgencias de un hospital y , por desgracia, están los que no tienen casa o los que no tienen cena.
Pero todos, todos, esperan (esperamos), que en el último minuto del año nos sea concedido un deseo ante la ilusión de que se hará realidad en los próximos doce meses.
Será el día del “borrón y cuenta nueva”.
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