martes, 12 de marzo de 2019

Desnudarse y apostar.

Mejor es desnudarse a la intemperie que no bajo una cúpula dorada, acristalada y prefabricada. El corazón ha de ser para quien lo reclama ofreciendo un corazón más. 
Como en la ruleta, apostamos a un solo número, un solo corazón, un solo Dios... es un riesgo, un riesgo que asumimos conscientes de que el fracaso es una posibilidad que no aceptaremos si llega. Lo peor es que sabemos desde el primer momento si llegará o no y aún así nos arriesgamos. No sabemos si hay un solo Dios, no sabemos si hay un Dios... pero sólo tenemos un corazón y ese... ese va a su bola.
Pero eso ya lo sabiamos.
La vida resulta ser cachitos de un espejo roto que nunca logramos recompner del todo. Mirarnos y ver como una grieta nos desfigura siempre, eso es el día a día.

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