Nunca
he sido persona a la que le resultara fácil intimar, ni hablar sobre mí
abiertamente. Por eso ni mis mejores
amigos conocen mucho sobre mi vida o mis emociones. A veces me he sentido más
libre para hablar sin reservas con un extraño que conmigo misma.
Guardar
secretos tiene sus riesgos cuando, además de luchar por ocultarlos a los demás,
gastas demasiado de tu vida en pensar en ellos, y comienzan a suponer un esfuerzo
físico además de mental y callarlos llega a ser tan perjudicial como no
hacerlo.
Según
mi psiquiatra “mis secretos” puede que me estén pasado factura y lo que hasta
ahora sólo ha supuesto una carga emocional, estrés, se haya terminado convirtiendo en algo
físico.
Una fuerte inflamación del Íleon me ha llevado al
hospital y ya me tiene una semana de baja. A falta de un par de pruebas, casi
todo apunta al Crohn.
Alguien
me ha remitido a la Decodificación Emocional, una disciplina que “ayuda
a entender que todo síntoma que aparece en nuestro cuerpo viene a mostrar que
detrás de esa señal hay una historia no resuelta que dejó por resultado emociones
escondidas y bloqueadas”. He leído acerca del Crohn y me he sentido señalada en
un 99%.
Es
paradójico. Lo que en un momento te puede devolver a la vida, mañana puede quitártela y acallar algunos sentimientos puede hacerte más mal que bien.