Ese
mismo sueño que no hace mucho buscaba, hoy ha vuelto a despertarme con el puño
cerrado y con toda su fuerza antes de esa hora en la que reacciono ante la dolorosa
rutina de todos los días. No podía
respirar, el corazón me latía en la garganta y palabras e imágenes de las que
no podía deshacerme daban vueltas en mi cabeza golpeándola una y otra vez.
No
podía quedarme sentada en la cama sin hacer nada esperando que desapareciera,
esperando volver a dormir y no poder, y he bajado a la calle buscando el aire
que me faltaba, ese aire frio de la mañana que te hiela todo por dentro
y araña cada centímetro que toca.
El
mar se oía de fondo, suave y tranquilo, podía adivinarlo. A esas horas ni gente,
ni coches… sólo el ruido del silencio de una noche que se resistía a despertar.
He
terminado sentada en ese columpio del parque al que vuelvo de vez en cuando,
viendo como poco a poco se hacía la luz e intentando abrazar tranquila otros
recuerdos, otras imágenes, otras palabras de otros momentos, soñando volar.
He
vuelto a casa con la misma ansiedad con la que me fui, con la misma tristeza y
con el mismo dolor, pero al menos ya era de día.
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