Decía el pensador François de La Rochefoucauld que “la adulación es una
moneda falsa que tiene curso gracias solo a nuestra vanidad”. Tres
siglos y medio después, la cosa no ha cambiado en lo esencial. A los
aduladores hoy en día los llaman pelotas, pero para que su estrategia
funcione necesitan al otro lado a un jefe inseguro que requiera los
halagos para autoafirmarse. Y, al parecer, son mayoría.
Actuará a escondidas, nunca delante de sus compañeros, e incluso
el propio jefe puede llegar a pensar que simplemente se trata de un
empleado amable y diligente. Resulta encantador de entrada, porque es el rey del marketing personal;
padece el síndrome del superviviente y acudirá al trabajo aunque esté
enfermo por miedo a perder influencia; se gana la confianza de sus
superiores al recordarles constantemente sus propias cualidades; tras
descubrir las debilidades y gustos de su jefe, aprovechará esa
información para manipularlo y usa sus encantos para penetrar en el grupo y obtener información que
luego usará en su beneficio, para promocionarse y desbancar a posibles
rivales.
Los aduladores y manipuladores son una plaga muy extendida que sólo perjudican a las personas sinceras que no buscan otra cosa
que llevarse bien con los demás y ganarse la vida con su trabajo.
Cuidado. Parecer demasiado amable puede hacernos sospechosos y pasar por alguien a quien, por salvar su trasero, no le importa arrastrar la reputación de nadie con la mentira.
NAVIDAD EN CASA MANOLO & PEÑA "EL CHUSCO"
Hace 1 día
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