¡Qué extraños son esos entresijos! Y sin saber a qué obedecen… ni siquiera si saben hacerlo. Pero ¿a quién le preocupa?
La tarde comenzó decepcionada. Un encuentro programado que abría una ventana donde, en algún momento siempre inoportuno, una puerta se cerró con cerrojos y candados, se convierte (y cuanto más pienso en ello más sentido le encuentro) en una despedida fría, casi violenta… y que no tenía nada que ver con lo que dos horas antes imaginaba mientras me acicalaba delante de un espejo al que nunca conseguí tener por aliado y del que sólo he conseguido, con el paso de los años, que me vuelva la cara cuando intento que me mire.
De vuelta decidí que podía recuperarme retando a la legalidad. Descargando música de internet. Pero no me importó mi desfachatez.
Buscaba melodías de saxo. ¡Oh el saxo..! ese que es capaz de envolverte, siempre que te guste claro está, de la misma manera que lo haría el fuego de una lumbre en la peor noche de invierno y de hacerte sentir que eres capaz de flotar un par de cuartas por encima del suelo si te dejas llevar.
Pero no… me duró poco el embeleso. Fue como cambiar el blanco por el negro, la melancolía por la euforia, el hechizo por la embriaguez…. Bicheando me encuentro con un enlace que decía “Mix Saxo” y, como buen bichito que soy me fui diligente a abrirlo pensando que había conseguido ,sin demasiado esfuerzo, lo que llevaba dos horas intentando… buena música.
Después de unos cuantos acordes que aún me chirrían… ¡¡ la bomba !! Hacía tantos años que si me lo cuentan porque lo hice sonámbula no me lo creo. Di un brinco del sofá y me puse a saltar en la sala como una quinceañera, loca por apurar una noche de sábado en la discoteca porque a las doce tiene que volver a casa. Village People, Bee gees, Donna Summer… Era música de los… bueno la mía, para que vamos a entrar en detalles. Salté y me retorcí como posesa durante “ya ni me acuerdo”, hasta que caí agotada, con todos mis años ligeros como pluma pero que me aplastaban hasta no dejarme casi ni respirar.
A partir de aquí ni volver a la sensatez, ni respirar ondo, ni intentar concentrarme con la delicadeza de las melodías del Taichi. Ni el gato con su ronroneo, que me había estado observando desde la escalera entre asustado e incrédulo, ni una taza calentita de té. Entre el dolor que me quedó en piernas y brazos y el acelerón que mi corazón se apremiaba en olvidar, sólo daba gracias porque eran las once de la noche y nadie me había visto en semejante descontrol y terminé durmiéndome con la dulce voz de Michael Bublé.
Soñé con mi juventud y dormí como un bebé. Paradójico, no?.
6 comentarios:
La música despertó tu lado salvaje je je je.... un saludo
Si mi señor Mamé... parece que aún me queda de eso... ja ja... ¿quién lo hubiera dicho?...
Gracias.
La magia inagotable de la mûsica,siempre logra arrancarnos del tedio o la apatîa.
Parece que fuiste tocada por ella y disfrutaste del vaiven de las olas de las melodias. Un mar delicioso que tiene el mas grande poder de curarnos cualquier herida y refrescarnos el alma.
He vuelto y espero que mi presencia en esta pârte del camino, sea de buen gusto.
Te espero en: Limatradiciones, como siempre.
Un beso muy afectuoso.
y seguro que después de un sueño feliz, te levantaste mejor, Maile.
Saludos.
Señor Jose Luis... usted siempre será bienvenido... no lo dude.
Gracias.
Mi señor Diego... un sueño podria reparar algo mas que el cuerpo... y me niego a renunciar a ello...
Si que me levanté mejor... no como si tuviera quince años, pero tampoco era necesario... no volveria a vivir mis quince años ni por todo el oro del mundo... je je
Besos caballero mio.
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